martes, 31 de agosto de 2010

De trenes y andenes

Partió otro tren, y yo no estoy en él. No porque no quisiera subirme. Simplemente no era el mío. Me enseñó un viejo amigo que no debemos pedir trenes prestados. Que todos tenemos un asiento, en un vagón, en un tren, en un andén… en una estación.

No hay que desesperarse porque a la orilla del mar pasen las lunas. Es que las lunas no pasan. Nosotros sí. ¿Los trenes serán iguales? Quién sabe… Quizá la estación es lo fugaz, y el tren corre y recorre al tiempo, viento en popa y a todo vapor. Quizá si duermo en realidad despierto, y si callo digo lo que siento. Quizá el miedo es mentira y la verdad un juego. O quizás no…

Lo importante es el andén. Este andén en el que pasan las horas. Las horas y los días claros. Y los grises, y las noches frías. Este andén sin gemelo de regreso, donde parten amigos y otros tantos llegan más perdidos que marinero en tierra firme. No se trata sólo de subirse al tren… ¿Cuándo bajar?

En mi banco del andén se sienta una señora de cabello claro que se mira la punta de los pies descalzos. Mueve sus dedos y sonríe. Hace poco la vi bajar del tren, sin bastón y casi sin ropa. Y al otro lado, hacia la puerta de salida, veo un viejo de barba larga y bigote de tabaco, saltando en una pata y silbando un tango viejo. Se va… Por el otro lado, gateando entre los barrotes, entra un niño en pañales sucios. Parece cansado, pero sereno. Él también espera algún tren.

Entonces, como un rayo la oigo. –Levántate y anda- me dice la voz. De pie me dirijo al borde de la plataforma. Y se escucha el crepitar. Crujen las vías y a la izquierda, a lo lejos, lo veo. Es mi tren. Son los faroles que estuve esperando. Doy un paso y el tren se acerca. Cuando baja su ritmo se acelera el mío, y el vapor empapa de un aire nostálgico la vieja estación de piedra. La nada me dice adiós, y con un paso largo me sumerjo en la nueva vida.

Detrás, aún mirándose los dedos con picardía, la señora de los pies descalzos se levanta y camina. –Adiós viajero- tararea esbozando una sonrisa. –Nos vemos la próxima estación…